Hace cuatro meses me diagnosticaron
un cáncer en el Hospital Universitario de Móstoles. Desde entonces no he podido
más que constatar semana tras semana la grandeza y la profesionalidad de todos
los médicos y enfermeras que me estoy encontrando por el camino. La
primera fue mi médico de cabecera que no dudó en mandarme todas las pruebas
necesarias para ver qué me estaba pasando cuando se dio cuenta que mis dolores
iban más allá de un cólico al riñón. Luego
tuve la inmensa suerte de toparme con un médico internista que estuvo todo el
rato pendiente de que las pruebas diagnósticas se realizaran en un tiempo
prudencial y de que no me saltara ninguna. Incluso me dio su móvil personal
para que le contactara si tenía alguna duda y me dio acceso a su despacho sin
cita previa para hablar con él cada vez que lo necesitara. También me acompañó
personalmente en mi deambular hospitalario para hacerme varias pruebas y visitar a los especialistas. Eso por no hablar del tacto, la serenidad y
los gestos de apoyo que me mostró cuando tuvo la certeza del diagnóstico.
Cuando ya no podía hacer más, se ocupó personalmente de que mi caso lo llevara
el que él consideraba el mejor oncólogo del Hospital. Yo no quise tratarme por las pocas opciones
que me daban; pero mi oncólogo no se
rindió. Aun respetando mi decisión, siguió citándome cada quince días para ver mi evolución, hasta que
vio con alivio cómo cambié de idea y decidí empezar con la quimioterapia. En mi primera sesión en el
Hospital de Día de Oncología me derrumbé, y la enfermera jefa no lo dudó: se acercó a mí y me apretó la mano fuerte
mientras me acariciaba la cara con ternura : “No pasa nada bonita, no pasa nada por venirte abajo, llora
todo lo que te haga falta; eso sí,eso es para luego levantarte con más fuerza,
que eres muy joven y tienes que luchar”.
Éstos son sólo algunos ejemplos;
podría daros muchos más, pero tampoco es plan de aburriros. El caso es que cada
vez que voy no dejo de maravillarme con la calidad humana de todos los que trabajan
en oncología, con los gestos y palabras de apoyo que dedican a los pacientes
que están recibiendo quimio, muchos de ellos con más miedo en sus ojos que esperanza.
Son éstos profesionales los
que llevan meses saliendo a la calle y luchando en los tribunales para evitar que
esta Sanidad Pública desparezca, librando una batalla por ellos y por sus derechos sí,
pero sobre todo por todos nosotros. Con la marcha atrás del plan de
privatización puesto en marcha por la Comunidad han
conseguido una victoria enorme para Madrid y por extensión para toda España. Nos han
demostrado que aquella cita tantas veces repetida, es ahora más cierta que
nunca:
“si luchas puedes perder,si no lo haces estás perdido”. A todos ellos
sólo les puedo decir una cosa: Gracias. Por todo.