Hacía dos años ya que Martín había abierto aquel correo de
Recursos Humanos: “Mañana a las 17:00 le convocamos a una reunión en nuestro
departamento. Rogamos sea puntual”. Aquella noche se tuvo que tomar un lexatín
para poder dormir.
-¿Qué te han dicho?- le preguntó al compañero que salía del
despacho.
-Yo también me voy; Miguel, Laura, y José tampoco se han
librado. También echan a los informáticos y a cinco comerciales.
Despidieron a veinte. Sólo tres estaban trabajando ahora.
-Ya está: salimos por la puerta seis. Embarcamos en media
hora- le dijo ella sonriendo mientras por su mejilla rodaba una lágrima.
- Shhhh… Tranquila-
le susurró mientras la abrazaba - Ya verás como todo va a ir bien. Volveremos
pronto. Y a los niños les va a encantar. Van a hacer amigos enseguida y se van
a adaptar muy bien.
Cogió el pasaporte que le daba su mujer, haciendo un
esfuerzo por ocultar la angustia y la
rabia . ¡Dos años! ¡Dos putos años! ¡Enteros! Y nada, nada que pudiera mantenerles
a los cuatro. Irse fue la decisión más difícil a la que se había tenido que
enfrentar nunca. Pero no podían seguir así: sus padres ya se habían quedado sin
fondos para ayudarles, y sin el subsidio no había forma de pagar el alquiler. Por eso decidió aceptar la oferta de aquel
antiguo compañero de la facultad que se había ido hacía unos meses a Argentina.
“Es muy duro. Tienes que estar diez horas aquí sin parar.
Pero el restaurante va muy bien y el jefe me ha dicho que sí, que en la cocina
necesitan gente, y que si conozco a alguien de confianza le ahorro todo ese
rollo de las entrevistas. Además, os podéis quedar en mi casa hasta que encontréis
un piso, y a lo mejor luego podemos colocar a Julia”.
Su padre le había dado el empujón que le faltaba. “Aquí no
hay futuro Martín. Os tenéis que ir. Piensa en los niños”.
-¡¡¡Túuuu!!!
Calamaaar!!! ¿¿Dónde vas??- Sólo podía ser Raúl - A ver si os creéis que os vamos a dejar ir al
culo del mundo sin daros un poco más la tabarra.
Julia y él se dieron la vuelta. Allí estaban: toda la
pandilla. Habían venido los 6.
-
¡Que cabrones que estáis hechos! ¡Mira que os
dije que odio las despedidas! ¡Que no hacía falta que vinierais joder!
-
¡¿Que despedidas, ni qué coño Martín?! Si por
Whatsapp vamos a seguir hablando todo el día. No os vamos a quitar del chat por
muy boludos que os volváis- espetó entre risas Mario.
Todos se abrazaron. Ellos riéndose. Las chicas llorando y dándose muchos besos.
“Última llamada para el Vuelo Z412 con destino a Buenos
Aires. Embarquen por la puerta 5”.
Ya en el avión, con los cinturones
puestos, Martín miró el móvil por última vez antes de apagarlo: habían cambiado
el nombre del chat a “Madrid- Buenos Aires”. Julia se acurrucó en su brazo,
exhausta. La besó en la frente y reposó la mejilla sobre su cabeza. -Este viaje es de ida y vuelta mi niña. Te lo prometo.