Seguía sin soportarlo. Habían pasado ya dieciocho meses desde que se fue,
pero aún no era suficiente para aguantar el dolor cada vez que le veía con
ella. Intentaba ser comprensiva y pensar
que era normal, que en algún momento Mario tenía que rehacer su vida y pasar página después de su marcha.
Llevaba ya algunas semanas viéndole diferente. Cada vez lloraba
menos. Estaba mejor, mucho mejor. Todo eso calmaba a Paula; ver a Mario sufrir por
su culpa sin poder hacer nada por ayudarle era muy duro. Hasta que empezó a
darse cuenta de que si estaba mejor era porque la estaba olvidando. “Que jodido
el tiempo. Lo cura todo” se decía a sí misma con tristeza.
-Lo siento Paula- solía decir en voz alta cuando estaba
solo. Era una locura; pero tenía la sensación de que ella le podía escuchar, de
que estaba ahí con él –Te sigo
queriendo; nunca podré dejar de hacerlo. Pero me siento muy bien cuando estoy
con ella y necesito volver a estar vivo.
-Estoy aquí Mario, ¿no me ves? Estoy aquí mi amor. ¡SOY YO
JODER! No me hagas esto, no me he ido aún, no puedo irme porque allí no estás tú- gritaba en silencio una y otra vez. Aún le
resultaba insufrible que él no la pudiera ver. No poder sentirle era una
tortura constante, demasiado cruel.
“¿Y ahora qué?” se preguntaba “¿Qué va a pasar conmigo si la
dejas entrar en tu vida? Ya no vendrás a mí, aunque te espere.”. Eso era lo que
más la aterraba. Hasta ese momento había
sabido que algún día podrían volver a estar juntos. Ella le iba a esperar, iba
a estar ahí cuando llegara el momento para él. Pero ahora todo esto estaba
cambiando. Mario estaba enamorándose de otra mujer. Y había vuelto a sonreír,
como sonreía cuando se conocieron y Paula
supo que se amarían siempre.
-Shhh… tranquila mi niña, estoy aquí, ven conmigo- la voz de
su padre de repente la inundó de paz. – Tienes que dejarle ir. Tu sitio ya no
está aquí, ya no está con él.
-¿Por qué Papá? ¿Por qué me ha tenido que pasar esto? No era
mi hora, no me tocaba aún. –
- Nunca lo es mi amor – le contestó su padre mientras la
abrazaba con fuerza.
Había llegado el momento. Tenía que aceptarlo. A Mario le
quedaba mucho por vivir aún, y no lo iban a hacer juntos. Quizás la verdadera muerte
era esa. Tener que irse sin él. Saber que cuando él cruzara no la buscaría a
ella porque ya estaba viviendo otro amor. Porque ya no era su Paula.
Se sentó en la cama junto a él, como cada noche desde el accidente. Le acarició las mejillas y le besó en los
labios. – Ahora sí que me voy mi amor- le susurró al oído. –Adiós.
-¿Paula?-gritó Mario despertándose sobresaltado. La había
sentido, había sentido su mano sobre su cara, sus labios en los suyos, su voz
despidiéndose. “Debo de estar
volviéndome loco”. Miró el móvil para
ver qué hora era. Las dos de la mañana. Silvia le había mandado un whatsapp hacía una hora: “Vaale! Mañana a
las 10 en tu casa, a ver si es verdad que el sushi te sale tan bien como dices.
Llevo el vino. Un besito”. Sonrió. Por primera
vez en mucho tiempo fue la emoción lo que no le dejó volver a dormirse.
precioso!!!!! aunque por otro lado tristísimo también. Pone la piel de gallina pensar en estas cosas.
ResponderEliminarLa canción muy acorde con el texto
gracias mi niña,:-*
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