A veces, y no con mucha gente, la vida se porta bien y te regala a personas
como él. Tras sus ojos se intuye una inteligencia astuta que le hace destacar
del resto. Siempre muy despierto, lo observa todo con la atención propia de un niño ansioso por descubrir lo que le rodea; también con la sabiduría de un hombre maduro que le sabe
sacar partido a cualquier situación, incluso a las más adversas.
Debatir con él, de lo que sea, siempre se convierte
en algo intenso, por lo firme que es en sus convicciones, a veces tanto que raya
la cabezonería. Pero se le perdona porque su firmeza no le impide ser
respetuoso con los demás, por muy diferente que sea lo que defiende el otro. Cuando
sale la política tira hacia la derecha en algunas cosas, pero su defensa de la
justicia, su solidaridad con los demás, su ausencia de prejuicios y la tolerancia
que demuestra con sus palabras y sus
actos son valores que no puede disimular,
de los que nunca presume, algo que muchos
abanderados de la izquierda ya quisieran para sí mismos.
Es muy difícil verle sin la sonrisa en la cara y más
aún mantenerse inmune a la alegría que
va desperdigando por ahí, como si le sobrara. Su sentido del humor pícaro ayuda
mucho. También lo hacen sus ansias por sacarle el jugo a la vida y por
compartirla con la gente que quiere. Todos los que tenemos la inmensa suerte de
estar cerca de él nos damos cuenta que compartir
y hacer feliz a los demás, a los suyos, es lo que le hace feliz a él.
Es el que mantiene
el grupo de amigos unido y el que siempre está buscando alguna excusa para
reunirnos a todos y liarla. Ganso como
ninguno,disfruta como un enano en las fiestas de disfraces. Lo mismo se viste de
guardia civil, con su tricornio y todo, que se pone un traje de torero o se
curra un disfraz de brócoli. Eso sí, siempre que puede bien ajustadito y
metiéndose algo en el pantalón o, peor aún, en los leggins para marcar
paquete, que en eso y en lo de chinchar todo el rato (sobre todo a las
chicas) parece un adolescente gamberro, de esos que van por ahí sueltos con las
hormonas alteradas.
No es que no
sufra, claro que lo hace, como todos. La vida tampoco se ha cortado con él ni
un pelo, también le ha dado su dosis de píldoras amargas. Pero nunca, jamás, le oirás
quejarse de nada malo que le haya pasado. Y cuando está triste se esconde, sólo
se refugia en su mujer. Sospecho que no es por timidez, que no es porque se lo
quiera guardar para sí mismo. Sin darse cuenta, se aparta de nosotros cuando lo
está pasando mal. Como si no quisiera molestar a nadie con sus problemas, como
si pensara que no tiene nada bueno que aportar en esos momentos.
Todo se invierte cuando es uno de los suyos, uno de
nosotros el que está en apuros, por muy graves que estos sean. Va donde haga
falta si le necesitas. Y en los momentos más duros nunca hay que llamarle, viene solo, aunque no
le busques está ahí, aparece siempre, dispuesto a dejarse la piel por la gente
que quiere.
Si te descuidas, se puede pasar
meses maquinando cómo darte una sorpresa, moviendo Roma con Santiago
sólo para conseguir que sonrías y que seas más feliz, aunque sea solo un
ratito. Porque sabe que lo estás pasando mal, y que ese ratito te ayudará a
estar un poco mejor.
Cuando era
pequeña solía soñar con tener un hermano. Me ponía triste al ver que otras
niñas lo tenían y yo no. Ahora, si pudiera volver atrás y me dieran a elegir
entre haber tenido un hermano o encontrarme en la vida con alguien como él, no
lo dudaría: me quedo con la infinita suerte de ser su amiga. Porque si alguien
me ha demostrado varias veces lo fuertes que pueden llegar a ser los lazos de
la amistad, ese ha sido Antonio José Soriano Campomanes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario